Hacia un uso constructivo de las TIC

Vivimos en un mundo nuevo donde las Tecnologías de la Información y la Comunicación han redefinido nuestras relaciones y formas de interactuar. El futuro nos depara un uso más intenso y una profunda transformación sobre todo del mercado laboral y el entorno educativo, por lo que las TIC continúan su evolución imparable, portadora de mejoras y transformaciones para nuestro mundo. Nuestros hijos conocen muy bien el funcionamiento de las TIC, y es importante que su uso se base en principios de inteligencia y sabiduría, cuya ruptura conllevaría resultados desastrosos.

Nuestros hijos, verdaderos exploradores de su horizonte, de sus límites y de su propia vida, experimentarán con saltarse las normas, pero debemos enseñarles a que nunca rompan sus principios. Como padres les atosigamos con multitud de normas que a veces carecen de fuerza y de sentido, y otras se contradicen entre ellas. Es mejor tener unos pocos principios antes que muchas normas, pero que estos sean inquebrantables. Las normas pueden cambiar con el tiempo y las circunstancias, pero los principios nunca cambian.

Un principio, por ejemplo, es “cuidarás de tu salud”. Una norma es “no estarás con el ordenador a las tres de la mañana”. Quien cumple un solo principio cumple, al mismo tiempo, muchas normas. En este caso, tendría la pantalla a la altura correcta y con la iluminación adecuada, que es una norma en la que tal vez no hayamos pensado. Los principios son como las raíces de un árbol. Si las raíces son firmes, no importa la dirección de las ramas, porque seguro que dará frutos cuando madure. Mientras el tronco es débil, los padres montan en torno a él una estructura de seguridad que ya no será necesaria después de la adolescencia, cuando tengan fuertes raíces y un buen tronco.

Nuestros hijos no pueden prescindir de estar conectados, de formar parte de algo, pero deben acertar sobre aquello a lo que se conectan y asumir las responsabilidades que se derivan de sus acciones y de sus decisiones. Una familia es más que un padre, una madre y unos hijos, y tanto si hemos sido padres por decisión como si lo hemos sido por casualidad, tenemos una responsabilidad a la que no podemos renunciar.