Adolescentes y familia

La familia es el núcleo donde el niño crece y aprende los valores fundamentales para desenvolverse en la sociedad en la que está inmerso. Los adolescentes necesitan extender su radio de acción a toda la sociedad como parte de su crecimiento. Nosotros ya lo hicimos a su edad con las características y peculiaridades del momento histórico que nos tocó vivir. En este viaje pueden correr riesgos al igual que los corrimos nosotros, pero con las TIC ellos tienen una serie de riesgos que nosotros no conocimos. Estos riesgos no son originados por las nuevas tecnologías en sí, sino que surgen por la falta de experiencia o sentido común que puedan tener a la hora de utilizar estas tecnologías.

Los padres que no nos dedicamos a las nuevas tecnologías necesitamos ideas claras, específicas, reales y prácticas para enfrentarnos a problemas que conocemos muy bien, pero en un medio tecnológico que no dominamos. Las tecnologías, como cualquier herramienta, en sí mismas no son buenas ni malas, pero son susceptibles de ser utilizadas de forma incorrecta. Demonizar los aparatos no sirve de nada, siendo mucho más adecuado interpretar siempre los motivos del mal uso por parte de algunas personas. Los padres de hoy día también hemos sido adolescentes y hemos experimentado unos cambios similares a los que ellos están viviendo, solo que adaptados a nuestro tiempo. Debemos ser tolerantes e intentar entender el mundo en el que les ha tocado desarrollarse, en el que están presentes las TIC.

Nuestro ejemplo servirá de referencia sobre lo que es correcto, y aunque exploren en alguna ocasión más allá de los límites establecidos, tendrán una referencia central que les sirva de guía. No podemos esperar que nuestros hijos sean unos férreos seguidores de las normas cuando antes nosotros mismos no solíamos hacerlo.

Los jóvenes descubren que hay un mundo más allá de la propia familia, y este es el motivo por el que a veces tenemos la sensación de distanciamiento, llegando a pensar que no nos necesitan. Pero no es cierto: nos siguen necesitando igual, pero las necesidades ahora son diferentes y algo más complejas. En el momento de iniciar la adolescencia somos su principal referente de seguridad.

Somos nosotros quienes durante su infancia les mostramos el camino para relacionarse con los demás. Nuestra influencia marca profundamente el tipo de persona en la que se van a convertir.

¿A qué se deben tantos conflictos? ¿Son tantos de verdad? La mayoría de las discusiones surgen por cuestiones superficiales: la ropa, el horario, las normas… Esto se debe a que han dejado de ser niños y ya no aceptan nuestras indicaciones sin cuestionarlas. Ahora son más inconformistas y retadores ante las directrices de los padres. Muchos de los conflictos están relacionados con que, en el fondo, a los padres les molesta la sensación de estar perdiendo su autoridad y control, respondiendo de forma más autoritaria y controladora dando lugar a un ciclo que se retroalimenta a sí mismo.

Están en plena exploración de su identidad. Serán comunes las discusiones en las que manifestarán sus opiniones y necesitarán diferenciarlas de las nuestras. Pensar de manera distinta a quienes los criaron es una forma de reafirmar su autonomía, lo cual es algo positivo. Empiezan a pasar menos tiempo con la familia, ya que salen más de casa, y esto implica ser más flexibles con las normas y límites y adaptarnos a sus nuevas necesidades. Nosotros también cambiamos, e igualmente nuestros cambios pueden desconcertarles. Así pues debemos ser tolerantes y comprensivos si queremos ser justos con nuestros hijos, y no achacarles a ellos problemas que en realidad tienen que ver con nosotros mismos.