Adolescentes y familia

Definimos la familia como el núcleo donde el niño crece y aprende los valores fundamentales para desenvolverse en la sociedad en la que están inmersos. Pero la familia no es una unidad estática, sino que también cambia y evoluciona. En este punto, los adolescentes necesitan extender su radio de acción a toda la sociedad como parte de su crecimiento. Nosotros ya lo hicimos a su edad con las características y peculiaridades del momento histórico que nos tocó vivir.

En este viaje pueden correr riesgos al igual que los corrimos nosotros, pero con las TIC ellos tienen una serie de riesgos que nosotros no conocimos del mismo modo. Aclaremos que estos riesgos no son originados por las nuevas tecnologías en sí, que son solo el vehículo de la comunicación, sino que surgen por la falta de experiencia vital o sentido común que nuestros hijos puedan tener a la hora de utilizar estas tecnologías.

Aquí encontramos el primer punto en el que debemos proporcionarles consejo, siendo una de las ideas más importantes de esta guía: el proceso de educación de nuestros hijos en el uso de las tecnologías así como en cualquier otro aspecto de la vida es absolutamente necesario, ya que nadie nace sabiendo.

Las TIC son un aspecto fundamental del complejo mundo en el que vivimos, pero no hace falta ser un experto en TIC para educar a tu hijo correctamente en su uso. Tan solo debes basarte en tu experiencia y sentido común al tiempo que transmites tus valores con coherencia.

Es duro ser adolescente, y los padres tenemos la capacidad y el poder de ayudar a nuestros hijos en este periodo, sin importar en qué situación se encuentren. En último extremo, los que no nos dedicamos a las nuevas tecnologías no podemos estar con manuales abstractos y complejas teorías educativas sobre cómo se aplican las TIC a los adolescentes.

Necesitamos ideas claras, específicas, reales y prácticas para enfrentarnos a problemas que conocemos muy bien, pero en un medio tecnológico que no dominamos. Justo al revés que nuestros hijos, que conocen el entorno pero que aún no han desarrollado todo el sentido común que deben aplicar.

Hay una cosa que debemos entender y es que las tecnologías, como cualquier herramienta, en sí mismas no son buenas ni malas, pero son susceptibles de ser utilizadas de forma incorrecta.

Cuando éramos adolescentes también existía tecnología, muy rudimentaria si la comparamos con la que disponemos ahora, pero se regía por los mismos principios. Los padres siempre han visto con miedo los adelantos puestos en manos de sus hijos porque, por desconocimiento de los mismos, creen que encierran un gran peligro.

Históricamente este sentimiento se ha venido repitiendo, recelando cada generación de la siguiente, aunque es un temor que carece totalmente de fundamento. Hace muchos años se criticó la generalización de la calculadora en los centros educativos porque solucionaba los problemas matemáticos; igualmente, los colonos amish de Estados Unidos, por ejemplo, piensan que el coche es un invento del demonio, y también pensaron algo similar nuestros abuelos con el teléfono o la televisión.

Las tecnologías en sí mismas no son peligrosas, sino que facilitan nuestra vida y nos ofrecen nuevas oportunidades de desarrollo y prosperidad. Existen claves para que inculquemos a nuestros hijos unos principios basados en el acercamiento, la transparencia y la buena comunicación; demonizar los aparatos no sirve de nada, siendo mucho más adecuado interpretar siempre los motivos del mal uso por parte de algunas personas.

Debemos superar los prejuicios que nos provoca la distancia generacional, ya que las TIC mejoran nuestras vidas y enriquecen nuestra realidad social e individual.

No nos olvidemos de que nuestros hijos tienen las nuevas tecnologías presentes como parte central de su adolescencia. Estas, influyen en sus comportamientos, gustos, modas, estéticas... Internet se parece un poco a un coche, ya que con él pueden ver el mundo y visitar a sus amigos, pero también entraña riesgos para los que hay que estar preparado y bien entrenado.

Al igual que en la carretera, en Internet y en el resto de las TIC hay unas normas que conocer y respetar, y si bien nos podemos encontrar con muchos domingueros que son una molestia, es estadísticamente difícil encontrarse con auténticos kamikazes.

Nuestro ejemplo, el cual hemos dado desde que son niños, servirá de referencia sobre lo que es correcto, y aunque exploren en alguna ocasión más allá de los límites establecidos, tendrán una referencia central que les sirva de guía. Lo que no podemos esperar es que nuestros hijos sean unos conductores responsables, prudentes y seguros cuando nosotros conducimos con exceso de velocidad, sin cinturón y sin mantener la distancia de seguridad.

Pies madre e hija

Llevan muchos años aprendiendo de nosotros, y si de pronto nos convertimos en los más férreos seguidores de las normas cuando antes no solíamos hacerlo, se darán perfecta cuenta de que no es un cambio sincero. Y lo que es peor, les estaremos enseñando que fingir y actuar es algo legítimo para conseguir tus propósitos.

Los comportamientos de los adolescentes han cambiado con el paso de las generaciones, ya que no solo evoluciona la tecnología, sino también los modelos y los roles sociales. Puede que nuestros hijos adolescentes no se ocupen de su habitación, mientras que nosotros a su edad ya nos hacíamos cargo de nuestros hermanos pequeños.

Y nuestros padres, a su edad, tal vez también se ocupaban del huerto y de los animales de la granja. Pero esta diferencia no ha sido creada por nuestros hijos, sino por la sociedad en conjunto. Por eso debemos ser muy prudentes antes de criticarles y de establecer comparaciones entre épocas y sociedades diferentes, ya que seguramente seremos muy injustos unos con otros.

Los padres de hoy día también hemos sido adolescentes, e igualmente hemos experimentado unos cambios similares a los que ellos están viviendo, solo que adaptados a nuestro tiempo. Por tanto, debemos ser tolerantes e intentar entender el mundo en el que les ha tocado desarrollarse, en el que están presentes las TIC.

Ahora bien, podemos pensar que esto del periodo de cambios y descubrimientos es una maravilla… pero sentimos que el distanciamiento que sufrimos no es normal. Sin embargo estas son sensaciones (muy personales y subjetivas) que no tienen por qué ser un reflejo fiel de la realidad.

Los jóvenes descubren en su recién adquirido estado físico-psíquico que hay un mundo más allá de la propia familia, y este es el motivo por el que a veces tenemos la sensación de distanciamiento, llegando a pensar que no nos necesitan. Pero no es cierto: nos siguen necesitando igual, pero las necesidades ahora son diferentes y algo más complejas.

¿Por qué nos siguen necesitando? Porque somos el primer vínculo afectivo y social que establecieron, y por ello somos las primeras personas en las que confiaron. En el momento de iniciar la transición a la adolescencia somos su principal referente de seguridad. Somos nosotros quienes durante su infancia les mostramos el camino para relacionarse con los demás.

Nuestra influencia marca profundamente el tipo de persona en la que se van a convertir. Y del mismo modo, les ayudemos a enfocar bien sus relaciones usando correctamente las TIC o cualquier otra vía a la hora de relacionarse con su entorno.

También somos, desde su infancia, la primera fuente de información para evitar cualquier tipo de riesgo: salud, alimentación, drogas, sexualidad, etc. Al principio les puede ser difícil hablar de estos temas porque son muy delicados, pero aunque busquen respuestas en fuentes alternativas (como las TIC), nuestros hijos deben saber y sentir que pueden confiar en nosotros para que les ayudemos y orientemos ante cualquier duda cuando lo deseen. Somos el modelo más cercano que tienen para poder enfrentarse al futuro, y saben que hemos pasado por lo mismo que ellos, aunque con otra perspectiva histórica.

Entonces ¿a qué son debidos tantos conflictos? Lo primero que podemos hacer es pararnos y reflexionar un poco al respecto. ¿Son tantos de verdad? En realidad, la mayoría de las discusiones surgen por cuestiones superficiales: la ropa, el horario, las normas… Esto se debe a que han dejado de ser niños que aceptan nuestras indicaciones sin cuestionarlas, y ahora son más inconformistas y retadores ante las directrices de los padres.

Muchos de los conflictos que pueden surgir ante estas actitudes tienen que ver con que, en el fondo, a los padres les molesta la sensación de estar perdiendo su autoridad y control, respondiendo de forma que se vuelven más autoritarios y controladores dando lugar a un ciclo que se retroalimenta a sí mismo.

Hay que recordar que están en plena exploración de su identidad. Serán comunes las discusiones en las que empezarán a manifestar sus opiniones y necesitarán diferenciarlas de las nuestras. Pensar de manera distinta a quienes los criaron es una forma de reafirmar su autonomía, lo cual es algo positivo.

En estas edades empiezan a pasar menos tiempo con la familia, ya que salen más de casa. Debemos aprender paulatinamente a ser más flexibles con las normas y límites y adaptarnos a sus nuevas necesidades, porque no nos olvidemos de que nuestros hijos ya no son unos niños pequeños.

Recordemos una última cosa: nosotros tampoco somos siempre iguales, también cambiamos y evolucionamos, e igualmente nuestros cambios pueden desconcertarles. Así pues debemos ser tolerantes y comprensivos si queremos ser justos con nuestros hijos, y no achacarles a ellos problemas que en realidad tienen que ver con nosotros mismos.