Superar los tópicos

En muchos momentos nuestros prejuicios afectan negativamente al desarrollo de nuestros hijos e hijas. La creencia de que la adolescencia es un período conflictivo y lleno de tensiones constituye uno de los estereotipos más largamente mantenido y fuertemente arraigado en nuestro contexto cultural. (Ya Rousseau en el siglo XVIII se refería a la adolescencia como un periodo tormentoso, conflictivo y de inestabilidad emocional que tiene su origen en los cambios biológicos de la pubertad).

Desde el campo de la Psicología, la tradición psicoanalítica es la que más ha contribuido a perpetuar estas ideas en la cultura occidental. A mediados del siglo XX, Anna Freud consideraba la adolescencia como un período de desequilibrio psicológico, de conflictos emocionales y de conducta errática, contradictoria e inestable.

Sin embargo ya en esta época muchos autores se cuestionan si la adolescencia es en realidad una etapa inevitablemente conflictiva, y en base a numerosas investigaciones concluyen no sólo que no siempre es así, sino que en la mayor parte de los casos es vivida tanto por los padres como por los hijos sin excesiva angustia ni graves consecuencias.

Como podemos ver, aunque los prejuicios sobre la adolescencia se relacionan con determinadas corrientes de pensamiento durante distintas épocas de la Historia, hay una cosa que ha permanecido invariable a lo largo de los siglos, y es el hecho de que los padres siempre se preocupan por sus hijos. Cuando nosotros fuimos adolescentes, nuestros padres también se preocupaban por nosotros cuando nos veían en crisis.

Al igual que ahora estamos en medio de una revolución tecnológica, entonces estábamos en una revolución científica que no se ha detenido. Nos encontrábamos en medio de una nueva era económica, con el inicio de la globalización que marcaron las primeras multinacionales y con la llegada de la mujer al mercado laboral fuera del ámbito doméstico. Esto hizo que se cambiasen los valores en la sociedad, exactamente igual que ahora.

Hay gente que demoniza las TIC, al igual que se hizo con la máquina de vapor o la electricidad, pero todo cambio tecnológico plantea oportunidades y riesgos. Esto es una constante del cambio histórico y las TIC no son muy diferentes en ese sentido.

Es verdad que la mayor parte de nuestros hijos quieren tener el último modelo de teléfono móvil, ya que es un símbolo de estatus social, pero no deja de ser una disfunción social provocada por nuestra sociedad de consumo, del mismo modo que puedan querer un pantalón de marca o un producto anunciado en televisión y de moda.

Aparte de estos, como ya hemos visto hay decenas de tópicos sobre la adolescencia. En esencia son frases que se repiten generación tras generación como una consigna, sin pensar demasiado en lo que se está diciendo sobre nuestros jóvenes. La mayor parte de estos tópicos no son ciertos y ya es hora de desterrarlos:

  • “Es una época problemática”
    No tiene por qué. Si una familia piensa que la adolescencia es una época tormentosa, el adolescente pensará que no hay otra opción, que es lo normal, y entrará en una dinámica de conflictos siguiendo la pauta de una profecía autocumplida. Los problemas que surgen a estas edades preocupan especialmente a la familia y a veces se generalizan, creyendo que es algo normal y característico aunque no sea así.

    La realidad es mucho más sencilla: igual que el niño aprende a hablar y caminar cuando deja de ser un bebé, el adolescente aprende poco a poco a discutir y a razonar. Es la primera vez que nuestros hijos argumentan en nuestra contra, y eso nos desconcierta y nos hace percibir un momento problemático. Sin embargo, los adultos pueden estar discutiendo constantemente y nadie pensaría por ello que la edad adulta “es una época problemática”.
  • “No quiere nada con nosotros”
    La idea general es creer que los adolescentes pasan de su familia y que viven en su mundo propio. Es cierto que parece haber una reducción del tiempo compartido, ya que conocen a nuevas amistades y estas cobran cada vez más importancia, pero siguen necesitando a su familia. La relación en estas edades dependerá de cómo era anteriormente.

    Por ejemplo, si se trataba de una familia con intercambios escasos y fríos, ahora la situación se agravará con las nuevas experiencias. Pero si sus contactos eran cálidos y afectivos habrá mayor probabilidad de que siga siendo así. En realidad, la mayoría de los adolescentes sí hablan con sus padres, aunque menos sobre temas como sexo o drogas, donde sus primeros confidentes serán sus amigos.
  • “Solo hace caso a sus amigos”
    Los amigos no compiten con la familia sino que, como hemos visto, satisfacen necesidades complementarias. Es ahora cuando los adolescentes buscan lo que su grupo de iguales les puede aportar, pero eso no quiere decir que ya no necesiten lo que su familia les proporciona: seguridad, protección, incondicionalidad e incluso control.

    El problema es, de nuevo, que la familia pasa de ser la única influencia a tener que compartir ese rol con otros, como los profesores o los amigos; eso hace que se perciba que “el caso que hacía antes” haya disminuido.

    La mayoría de veces las amistades suelen moverse en un círculo parecido al núcleo familiar: mismo barrio, mismo nivel sociocultural... Es más usual, por tanto, que refuercen los valores aprendidos en casa que otros negativos o contrarios.
  • “Todos los jóvenes son iguales”
    Aunque intentemos dar una visión general de lo que es la adolescencia como etapa, cada persona es un mundo. Su evolución dependerá de su entorno, personalidad y experiencias, y por supuesto de lo que los padres les hayamos enseñado en casa.

    En última instancia deberíamos pensar en ellos como en un espejo que nos refleja a nosotros mismos. Como se dice popularmente, “cada uno es hijo de su padre y de su madre”.
  • “Siempre será así”
    Que un adolescente se comporte a estas edades de determinada manera no quiere decir que lo haga siempre. La personalidad cambia durante toda la vida. Las experiencias que vivimos van moldeando nuestro carácter y nuestra forma de actuar.
  • “Ya no es el mismo”
    No, afortunadamente no lo es, ya que eso significa que está creciendo como una persona normal, con sus dificultades y progresos. Es un periodo crítico para mucha gente: nuevas exigencias, nuevas experiencias y nuevas formas de verlo todo.

    Pero estos años son para la gran mayoría tan solo una prolongación de sus características anteriores. Vamos mostrándonos como somos de forma invariable a lo largo de toda nuestra vida, ya que no existe una única época de formación de la personalidad.
  • “Mis hijos son estupendos, pero con su grupo de amigos parecen tontos”
    En este momento otros padres pueden estar pensando lo mismo de nuestros hijos. La personalidad se forma, entre otras cosas, a partir de las opiniones e influencias de los demás, y esto no pasa solo en la adolescencia.

    También nosotros gritamos en un campo de fútbol, bailamos en una boda, somos formales con los jefes, cuidadosos con la familia y distendidos con los amigos. Personalidad y comportamiento social se influyen mutuamente, así que hay que evitar realizar ese tipo de afirmaciones tan a la ligera.
  • “Tras la adolescencia ya nos hemos formado como personas”
    Estos años están protagonizados por la cristalización de la identidad y las primeras definiciones completas de nosotros mismos, pero eso no significa que esté todo hecho. Aún nos queda sobrepasar los límites de la propia identidad y mirar más allá de uno mismo mediante relaciones de intimidad en las que el sujeto “yo” se transforma en “nosotros”.

    Queda también la extensión de uno mismo, mediante hijos, obras creativas o actos. Y en definitiva la integración de todo: observar nuestro ciclo vital desde fuera hasta comprender nuestros límites, y reconocer nuestra trayectoria como única y diferente a las demás.

Del mismo modo que quizás hayamos repetido alguna vez sin pensar alguno de estos tópicos sobre los adolescentes, lo podemos haber hecho sobre las TIC. Si algún padre o madre se está preguntando aún si son malas las TIC, decirle que cualquier abuso siempre es inadecuado. Por eso, si un joven pasa la mayor parte de su tiempo ante un ordenador y no con los amigos, puede presentar un problema de socialización del que las TIC son el síntoma, pero no la causa.

En ningún caso debemos tener miedo de la tecnología, sino que debemos encontrar la causa de los problemas y no culpar a las herramientas. Si nuestros hijos pasan demasiado tiempo ante un ordenador o un teléfono móvil, lo mejor que podemos hacer es pedirles que compartan estos instrumentos con nosotros.

Que nos enseñen a utilizarlos y a divertirnos con ellos. De esa manera les entenderemos mejor en su entorno y estableceremos un canal de comunicación que nunca debe cerrarse.

Por supuesto nos superarán de manera abrumadora en todo lo que emprendan con estas tecnologías, pero podemos establecer analogías entre el mundo analógico y el digital que muchas veces entienden mejor, y es una oportunidad que no podemos desaprovechar.

Dialogar con el máximo respeto sobre lo que están haciendo es la manera de que abran una puerta de entendimiento común que podríamos estar cerrando con nuestra crítica e intransigencia. Igualmente, conocer sus pensamientos y que ellos conozcan los nuestros es fundamental. En la cuarta parte de esta guía te ofrecemos algunos consejos sobre cómo reaccionar en algunas situaciones que nos pueden parecer más complicadas.