Seguridad en las redes sociales

El uso generalizado de las redes sociales entraña algunos riesgos que, siguiendo recomendaciones básicas, se pueden evitar. Como cualquier comunidad frecuentada por miles de usuarios (o, como sucede a veces con las redes sociales, por millones), se deben conocer los mecanismos de control y de seguridad para poder utilizarlos con fiabilidad y es por eso que el usuario tiene que ser especialmente cuidadoso con el uso que hace de la red social.

Riesgos de las redes sociales


  • Pérdida del anonimato:
    Algo tan común y habitual en Internet como es el anonimato del usuario, la creación de una “identidad digital” que se diferencia de la “identidad real”, ha sufrido un retroceso con la popularización de las redes sociales.

    En una red social lo normal es que cada usuario se identifique con su nombre y apellido real y que aporte datos personales, como dónde estudia, con quién se relaciona o en qué ciudad vive.

    Eso se hace así para que los demás usuarios, si han estudiado en el mismo instituto o universidad, puedan relacionarse. También es muy frecuente subir fotografías personales donde el usuario es perfectamente identificable. Esto hace que su exposición pública sea mucho mayor que antes.
  • Lo que se publica, queda publicado:
    En las redes sociales, una vez que se pulsa el botón de “publicar”, esa información es enviada a todos los contactos del usuario. Eso significa que si más adelante el usuario se arrepiente de lo dicho, publicado o mostrado y trata de borrarlo, solo conseguirá eliminarlo de su propio perfil, pero no de las cuentas de todos sus amigos. Las redes sociales no siempre dan la posibilidad de desandar lo andado.
  • Todos son amigos:
    Es muy común que de forma periódica aparezcan solicitudes de amistad en el perfil de cada usuario, por parte de personas que en realidad no se conocen. Muchas veces el acto de aceptar una de esas solicitudes es tan automático que no se vigila si se está admitiendo a una persona conocida o no.
  • Nuestros hijos no deben dejarse engañar por el juego de palabras:
    Los amigos se pueden contar con los dedos de las manos (con una suele ser suficiente) mientras que lo que encontramos en las redes sociales son conocidos con los que debemos mantener la correspondiente distancia.
  • Dependencia:
    Una red social es un lugar muy atractivo para estar; mientras más amigos se tienen, más novedades aparecen de forma constante en la página de cada uno, creándose un ciclo de interacciones que no tiene un final concreto.

    Eso hace que algunas veces el usuario sienta la necesidad de estar siempre pendiente y atento a su red social, dándose casos esporádicos y extremos de dependencia total a su red, tal y como ha sucedido en países como Japón o Corea del Sur.

Por esto conviene siempre tomar ciertas precauciones a la hora de participar en una red social. Algunos consejos:

  • Observar y vigilar bien a quién se agrega como amigo en la red social:
    Confirmar que es una persona conocida, o que viene avalada por alguien en quien se confía. Si no se está seguro de quién es esa persona que te pide amistad, más vale rechazarla.
  • Evitar fotografías que puedan ser incómodas o comprometidas:
    Ya que no son las más adecuadas para aparecer en una página que, al fin y al cabo, puede facilitar que dicha imagen se difunda sin control. Si nuestros hijos menores insisten en poner fotografías, una buena opción es utilizar la página web FunPhotoBox, que permite crear efectos muy divertidos al mismo tiempo que protege la privacidad de nuestros hijos.
  • Pensar bien lo que se va a colgar en la red social:
    Qué se va a decir o qué elemento se va a publicar: en una red social las palabras no se las lleva el viento sino que se quedan en el perfil del usuario y en el de todos los amigos de su lista de contactos.
  • Bloquear a las personas que puedan ser una molestia:
    De manera que no pueda ver nuestro perfil y por tanto no pueda encontrarnos en las redes sociales ni contactar con nosotros o con nuestros hijos.

Ciberacoso y Ciberbullying


Hay una consideración muy importante que hacer en referencia a la adolescencia que tiene que ver con las relaciones sociales en general, y que se ve reflejado en las TIC a través de las redes sociales y los servicios de mensajería instantánea.

Como hemos dicho, para un adolescente que está en pleno proceso de definición y consolidación de su propia identidad la aceptación por parte del grupo es de extrema importancia. Esta necesidad puede llevarle a tomar decisiones o actitudes que favorecen a la pertenencia al grupo, pero que pueden dañar enormemente su propia autoestima e incluso a otras personas.

Hablamos de fenómenos como el ciberacoso y el Ciberbullying. Se diferencian en que el segundo es específico del contexto escolar, pero el fenómeno es el mismo: cuando un menor de edad atormenta, amenaza, hostiga, humilla o molesta a otro menor de edad a través de las TIC. Puede estar o no acompañado de acoso en la vida analógica, y el acosador suele realizar este tipo de conductas debido a complejos mecanismos psicosociales disfuncionales que operan en su interior.

Los acosadores nunca actúan solos, sino que cuentan con la colaboración de todo el grupo social. Algunos de ellos se convierten en cómplices silenciosos al no denunciar la situación, mientras que otros pueden participar activamente animando, jaleando o enalteciendo la acción.

Cuando vemos un vídeo que muestra una situación de acoso, a muchos de nosotros nos invade un deseo de protección de la víctima y castigo de los agresores, al tiempo que a estos últimos les adjudicamos toda serie de calificativos despreciativos: sádicos, psicópatas, desalmados, inhumanos… Con estas etiquetas a lo mejor acertamos en alguno de los casos, pero nos sorprendería si conociésemos a estas personas individualmente al descubrir que muchos no nos encajan para nada con las escenas que hemos podido presenciar.

Es el poder de la aceptación del grupo el que hace que los adolescentes con una mayor difusión de su identidad adopten como propias las directrices que el grupo marca, sin plantearse si es o no correcto y adecuado. No se lo plantean porque no pueden, ya que nadie les ha enseñado, y esa es una carencia cuya responsabilidad recae sobre los padres.

Captura de pantalla de la web www.ciberbullying.com

Somos nosotros los que les debemos enseñar desde muy pequeños a tener empatía con los demás, a ser asertivos con ellos, y a tener muy claro cuándo merece la pena unirse a un determinado grupo y cuándo es pernicioso. Si un joven adolescente se inicia en las relaciones grupales con una buena autoestima y un sistema de valores básico muy claro, será mucho más difícil que se vea apoyando este tipo de conductas.

Pero claro, si hay algo que puede ajusticiar socialmente a un adolescente es ser etiquetado como “chivato”, pero esto se debe a un mal uso del término que debemos aclararles desde la infancia. Un chivato es quien acusa al que ha cometido una infracción con la intención de que se le castigue, independientemente de lo que haya hecho.

Sin embargo, cuando denuncio a una persona que está causando un daño a alguien con la intención de proteger, es una obligación cívica y humana.

Nunca hemos juzgado como chivatos a los testigos de un crimen que dan su testimonio en el juicio. Hagamos lo mismo con quien solo intenta proteger a otros de cualquier tipo de abuso.

Resumiendo, se deben usar las redes sociales como un elemento más de la comunicación, como diversión, para comunicarse con los amigos y conocidos o para compartir intereses comunes. Pero solo eso, como un elemento más del que disfrutar en su justa medida.

En el momento en que las redes sociales o cualquier TIC se utilizan para hacer sufrir a otra persona debe ser inmediatamente denunciado, y somos los padres los que debemos enseñar a nuestros hijos a tener un criterio para discriminar estas situaciones y saber qué hacer.