Cómo responder a...


¿Tienen nuestros hijos adicción a las TIC?


Lo principal es la observación y el buen clima de diálogo. No es necesario espiar ni interrogar taxativamente a nuestros hijos. Si tenemos buena relación con ellos podemos observar lo que hacen en su día a día. Para ello es muy útil el cuestionario que proponemos en el apartado numero 2: Los Hijos Digitales.

Cuando el comportamiento en el día a día de nuestro hijo cambia de forma preocupante hemos de preguntarnos qué ocurre. Si vemos que su desempeño en tareas escolares baja, o que el tiempo que dedicaba antes a otras tareas lo dedica ahora al uso persistente de un nuevo aparato tecnológico, más allá de la “novedad” de los primeros días, esto es señal de que algo está ocurriendo.

Otras señales pueden ser los cambios de humor brusco cuando se les priva del uso objeto deseado, el aislamiento social y ensimismamiento en la actividad en cuestión, apatía y desgana frente a actividades de la vida diaria que nada tengan que ver con su nueva afición desenfrenada, el uso de conductas como la mentira y ocultación o incluso el uso de conductas desafiantes a la autoridad familiar para seguir haciendo el uso indebido del aparato. En casos extremos pueden darse alteraciones en el sueño y la alimentación.

Como norma general hemos de preocuparnos cuando, para nuestros hijos, el uso de alguna TIC pasa de ser una actividad más en la vida diaria (como leer, comer, charlar, etc.) a convertirse en lo único importante, alterándose totalmente el tiempo que se debería dedicar a otras cuestiones y perjudicando el normal desarrollo del menor.


¿Pasan nuestros hijos demasiado tiempo con las TIC?


Lo ideal es actuar antes de que esto ocurra. Lo malo es que con los ritmos de vida actuales y los horarios laborales que tenemos los adultos, en ocasiones las TIC se convierten en las “niñeras” de nuestros hijos.

Es preciso, aunque no sea sencillo, pasar más tiempo junto a nuestros hijos con y sin TIC. El uso de las nuevas tecnologías solo es negativo, a priori, si se realiza de manera inadecuada. Lo fundamental es establecer unas normas de uso de las TIC y una regulación cuantitativa (cuánto tiempo) y cualitativa (para hacer qué).

Evidentemente no es tan preocupante que nuestros hijos pasen una o dos horas más utilizando el ordenador para hacer un trabajo escolar, que si utiliza esas dos horas de más solo como pasatiempo, o si está continuamente enviando mensajes con el móvil a amigos del colegio a los que ve todos los días. Si nuestros hijos están ante un problema de adicción a las TIC, nosotros también lo estaremos.

Hemos de sentarnos junto a ellos, hablarles con comprensión y hacerles tomar conciencia del problema. No es necesario ser drásticos, pero sí persistentes, sentarnos con ellos a mediar en sus usos controlados de las TIC: restringir el uso, pero no cortarlo de raíz, porque eso sería tan contraproducente como si para ponernos a dieta dejásemos de comer drásticamente. Paralelamente hemos de realizar otras actividades de ocio con nuestros hijos, o plantearles la realización de deportes, aficiones o actividades extraescolares que llenen su tiempo de cosas que también puedan parecerles interesantes.


¿Se aburren nuestros hijos cuando no tienen tecnología?


Como dijo el célebre humanista Erasmo de Rotterdam: “El que conoce el arte de vivir consigo mismo ignora el aburrimiento” Cierto es que las vidas de las nuevas generaciones están inmersas en las TIC, pero hemos de educarlos para que esas herramientas sean un medio para potenciar su creatividad y para alcanzar la felicidad y la realización personal y social.

Si nuestros hijos se aburren cuando no tienen tecnología es que no están entendiendo este mensaje. Hay que enseñarles a vivir con la suficiente soberanía personal para no ser “objeto de nuestros objetos”. Hemos de educarlos como sujetos llenos de imaginación, de diferencias individuales y coincidencias colectivas con los miembros de su grupo familiar y generacional. Un sujeto así de subjetivo nunca podrá aburrirse.


¿Hablan nuestros hijos con personas que no conocen a través de chats y foros?


La primera cuestión será enterarnos de que esto sucede. Si tenemos la necesaria relación de confianza con nuestros hijos, esto no será un problema. Hay que enseñarles que no se pueden dar datos, mandar mensajes ni hablar con personas extrañas por Internet, y que en caso de duda ante la aparición de un posible desconocido nos llame y nos pida ayuda. Sin alarmar en exceso, hemos de enseñar a no aceptar mensajes ni archivos de desconocidos al igual que enseñamos a no coger caramelos de nadie que se los pudiera ofrecer por la calle.

Como norma general, no debemos dejar a nuestros hijos entrar en chats ni en foros a estas edades, salvo en portales educativos de contrastada confianza. En todo caso, nuestra supervisión es necesaria.


¿Utilizan nuestros hijos juegos violentos?


El código PEGI debe ser nuestra referencia. Si la edad recomendada para el uso de un videojuego excede la de nuestros hijos, deberán ser los padres los que evalúen la conveniencia o no de que lo use. Esta evaluación es recomendable incluso cuando nuestros hijos entran dentro del rango de edad recomendada, ya que el contenido de ciertos videojuegos podría ser cuestionable por la familia.

El código PEGI explica también por iconos cuando un videojuego tiene contenidos de violencia, sexo, lenguaje soez, discriminación, etc. Ahí es donde los progenitores nos tenemos que poner de acuerdo para, conociendo mejor que nadie a nuestros hijos, decidir si el contenido les puede afectar negativamente o no. Todos hemos jugado de pequeños a indios y vaqueros, y algunos de los videojuegos tipo shooters no son más que eso, mientras que otros reproducen matanzas que rozan el gore.

Caso aparte son ciertos títulos que, en busca de notoriedad o de la provocación (con su consecuente repercusión mediática y publicitaria que asegurará su éxito de ventas) proponen juegos basados en la violencia escolar, la tortura o el narcotráfico. Para enfrentarnos a estos videojuegos lo más normal es utilizar el sentido común y no permitir que nuestros hijos accedan a materiales que exceden los límites de la ética y el buen gusto.

Un recurso tecnológico de apoyo a los padres pueden ser los foros de Internet en los que se analizan a fondo los diferentes títulos de videojuegos: basta con poner el título en el buscador para encontrar comparativas, opiniones, noticias, etc. que nos darán una buena idea del tipo de juego en cuestión. Como norma general, y habiendo tomado las precauciones anteriores, es bueno observar la conducta de nuestros hijos mientras juegan, y si esa conducta se extrapola a otros ámbitos fuera del videojuego. Solo tenemos que preocuparnos si comienza a reproducir expresiones y comportamientos inadecuados aprendidos en el juego.


¿Han entrado nuestros hijos en un sitio para adultos?


En primer lugar hay que averiguar si la entrada ha sido intencionada o involuntaria, ya que existe un bombardeo continuo de pornografía en la web. Por ello incidimos en lo hemos dicho anteriormente: es preciso tener al día el firewall y el bloqueador de elementos emergentes.

Si la entrada ha sido involuntaria hay que preguntarles cómo se han sentido con lo que han visto, y tratar de aliviar su confusión dando las explicaciones pertinentes según su grado de madurez. En estos casos es preciso revisar o colocar filtros de contenido para evitar que vuelvan a ocurrir este tipo de incidentes.

Si la entrada ha sido intencionada hemos de averiguar las razones que le han movido a hacerlo aún a sabiendas de que era algo no apto ni permitido para su edad. Dependiendo de su respuesta actuaremos en consecuencia con las medidas educativas que creamos necesarias.

Por otro lado hemos de explicar, con naturalidad, las mentiras y fantasías que rodean el mundo de la pornografía, así como dar la pertinente explicación relativa a la sexualidad humana. En este caso también habrá que decidir si colocar o no un filtro de contenidos, aunque a sabiendas de que si ha sido capaz de meterse voluntariamente en una página de adultos, puede ser capaz de “burlar” el filtro, o en todo caso de acceder a esos contenidos desde otra vía. Por ello lo mejor es el diálogo y la educación.


¿Quieren tener nuestros hijos su propio blog?


En principio, los niños pequeños no demandan tener ese nivel de autonomía. Si son ya mayorcitos, podríamos negociar crear un blog juntos donde ellos pusieran sus contenidos, intentando potenciar su vertiente creativa: colocando redacciones, noticias, dibujos etc. e intentando concienciarlos en no colgar imágenes ni datos personales, sino avatares, apodos, etc.

La clave de acceso al blog ha de ser gestionada por los progenitores, que podríamos mediar así supervisando los contenidos que cuelgan en el mismo. De esta experiencia nuestros hijos interiorizarán valores que les permitirán, en el futuro, gestionar adecuadamente su propio espacio.


¿Se descargan nuestros hijos música y películas?


Hay que tener muy en cuenta los derechos de autor, e intentar concienciar en el respeto a los mismos. Por otro lado, deben ser conscientes de que no es necesario bajar todo lo que hay en Internet: solo lo que de verdad nos interesa. Existen sitios de Internet de donde podemos bajar contenidos no sujetos a derechos de autor: obras clásicas (música, libros, etc.), educativas, obras de copia libre etc., que pueden ser una gran fuente de conocimientos a la libre disposición de nuestros hijos. Como siempre recomendamos mesura, juicio crítico y sentido común a la hora de decidir, junto a nuestros hijos, qué bajar y que no bajar de Internet.