Verdadero y falso


¿Tiene sentido prohibir a mis hijos el acceso a Internet?


Falso: Internet está lleno de peligros, así que la mejor solución es apartar de allí a nuestros hijos hasta que sean mayores.

Verdadero: es cierto que el empleo de Internet conlleva una serie de riesgos potenciales, pero la mejor solución no es apartarse, sino utilizarla con responsabilidad y garantizando la seguridad de los menores.

Falso: no tener Internet en casa o restringir el acceso a nuestros hijos es la mejor manera de tenerlos controlados y de protegerlos.

Verdadero: Hoy en día el acceso a Internet está implantado en muchos lugares. Aunque nuestros hijos no tengan Internet en casa, podrán acceder a la web desde la escuela, la biblioteca o desde la casa de un amigo. No podemos evitar que accedan a Internet por sus propios medios, y además, prohibirles el acceso supondrá, por una parte, que conozcamos muy poco o nada de sus actividades online; y por otra parte, lo convertiremos en una actividad más deseable que realizarán a escondidas y sin reparación para afrontarla.

Falso: Internet solo sirve para pasar el rato, por lo que tampoco es tan grave que nuestros hijos no tengan acceso, ya se entretendrán con otra cosa. Además, ellos también pueden vivir sin Internet si se acostumbran. Al fin y al cabo, ¿no lo hemos hecho nosotros?

Verdadero: Internet y las TIC en general tienen cada vez más peso en todos los ámbitos de la vida diaria: es cierto que multiplica las posibilidades de ocio, pero también de comunicación, de educación y de acceso a todas las fuentes de conocimiento. Además contribuye a agilizar un sin fin de tareas y trámites de todo tipo. Impedir el acceso o pretender ignorar la existencia de las TIC supone una desventaja en el ámbito académico, el social, e incluso el laboral.

Falso: Internet tampoco es tan peligroso. A mis hijos no les va a pasar nada mientras esté en casa, metido en su habitación.

Verdadero: Es importante que seamos conscientes de qué riesgos entraña el uso de Internet, ya que si nosotros mismos no estamos familiarizados con estas tecnologías, no seremos capaces de prevenir las posibles consecuencias de un uso inadecuado. Las TIC no son peligrosas si se utilizan de manera responsable, consciente y segura.

Falso: para garantizar la seguridad de nuestros hijos basta con controlar y/o restringir el tiempo que pasan conectados.

Verdadero: la gestión responsable del tiempo es fundamental en el proceso educativo (cumplir con las obligaciones académicas, ayudar con las tareas domésticas, salir con los amigos, combinar todo tipo de actividades lúdicas y deportivas, etc.). No es saludable pasar muchas horas seguidas delante del ordenador, la videoconsola o el televisor al igual que puede ser inadecuado estar demasiadas horas leyendo o haciendo deporte. Para educar en las TIC no solo hay que tener en cuenta factores cuantitativos, sino también cualitativos: ¿qué tipo de actividades desempeñan nuestros hijos en Internet?, ¿A qué tipo de contenidos acceden?, ¿Se exponen a algún riesgo?, ¿Son conscientes de ellos o saben cómo prevenirlos?. Una vez más, la solución pasa por la educación en valores y la comunicación fluida con ellos.


¿Conocemos todo acerca de la privacidad en Internet?


Falso: en Internet estamos protegidos porque estamos en casa, y nadie nos ve ni sabe quiénes somos en realidad. Para proteger nuestra identidad basta con ocultar nuestro nombre real y no difundir imágenes personales.

Verdadero: el mundo real se diferencia del mundo virtual en que este último se encuentra situado detrás de una pantalla, lo que nos otorga cierto distanciamiento y, hasta cierto punto, un mayor grado de protección física. Sin embargo, eso no debe hacernos más descuidados a la hora de compartir datos personales que no daríamos a gente que no conocemos en la vida real: edad, lugar de estudio o de trabajo, zonas que se frecuentan, datos sobre nuestros amigos… Tenemos que enseñar a nuestros hijos a compartir esa información solo con personas de confianza, ya que no podemos saber de antemano si un desconocido es o no bienintencionado. Igualmente tomaremos las medidas de seguridad oportunas si disponemos de webcam para evitar un uso fraudulento por parte de terceros.

Falso: no es peligroso dar a conocer nuestro e-mail o el número de móvil, porque al fin y al cabo no es nuestra dirección real ni el teléfono que aparece en la guía.

Verdadero: el correo electrónico y el móvil, aunque no implica el contacto físico entre personas, no dejan de ser una vía de comunicación directa con nosotros, por lo que debemos cuidarlos como datos confidenciales y gestionarlos de forma responsable. De lo contrario, estaremos facilitando un bombardeo de llamadas y mensajes publicitarios por parte de compañías que no nos interesan y que pueden incluir imágenes no adecuadas para niños pequeños. Igualmente estaremos abriendo la puerta a diversos tipos de publicidad engañosa, como puede ser el Phishing, que entraña mucho peligro real si no se identifica.

Falso: solo un experto o un pirata informático será capaz de averiguar información confidencial sobre nosotros.

Verdadero: nuestra actividad y nuestra presencia en Internet deja huellas que, si se unifican, pueden dar mucha más información sobre nosotros de lo que creemos: la ciudad en que vivimos, qué edad tenemos, cuáles son nuestras aficiones, qué páginas visitamos, cuáles son nuestros horarios… Gran parte de esa información la damos sin darnos cuenta en formularios de registro de todo tipo de webs (foros, redes sociales, juegos online…), y además existen herramientas al alcance de cualquier usuario que registran información de carácter técnico (localización, dirección IP, tiempo que pasamos en cada página…). Por lo tanto, cualquier persona con un conocimiento medio de Internet es capaz de recabar toda esa información desperdigada.

Falso: es inútil tomar precauciones. Las grandes compañías nos tienen “fichados”, y ya lo saben todo sobre nosotros.

Verdadero: la privacidad en Internet es posible si nos lo proponemos. Por eso resulta fundamental educar a los menores en la correcta gestión de su identidad desde que empiezan a conectarse a la red. Una de nuestras propuestas para ellos es la creación de una identidad alternativa para usarla siempre que se les pida algún dato. Por otro lado, tampoco hay que tenerle miedo al uso de las herramientas que hay en Internet con fines comerciales y publicitarios. A las empresas les interesa conocer los perfiles de los usuarios para poder adaptarse mejor al mercado, pero en la mayoría de los casos, para ellos somos poco más que una estadística, no suelen manejar nuestros datos individuales.


¿Como debemos utilizar las herramientas de control?


Falso: instalar un filtro parental garantizará la total protección de nuestros hijos en Internet.

Verdadero: es aconsejable graduar el acceso a las distintas aplicaciones y contenidos de Internet por parte de los niños, que irán ganándose una mayor autonomía a cambio de mostrar el grado de responsabilidad necesario. Los filtros parentales son una buena opción para proteger a los más pequeños porque nos aseguramos de que no accedan por error a contenidos inadecuados. Pero no hay ningún filtro infalible 100%, y tampoco podemos mantener a nuestros hijos aislados para siempre, ya que lo adecuado es que ellos sean quienes se autorregulen. Su competencia informática irá creciendo al mismo tiempo que lo hacen su curiosidad y sus necesidades, y es más que probable que nuestras barreras solo sirvan para incentivar su ingenio a la hora de buscar caminos alternativos para acceder a lo que quieren. Su responsabilidad debe crecer al mismo ritmo que su competencia.

Falso: podemos conocer la actividad de nuestros hijos en Internet mirando el historial en el navegador.

Verdadero: la única manera de saber lo que hacen nuestros hijos es manteniendo con ellos una comunicación fluida. De cualquier otro modo, y si tienen algo que ocultar, se las arreglarán para hacerlo. Ellos saben que pulsando un botón se borra el historial del navegador y pulsando otro botón se borra la caché.

Falso: para proteger a nuestros hijos, tenemos el derecho e incluso la obligación de leer los mensajes que reciben, y controlar así cómo y con quién se comunican.

Verdadero: el correo electrónico, al igual que los mensajes en el móvil o las llamadas telefónicas, pertenecen al ámbito privado de cada persona. Entrar en ellos sin permiso es violar su intimidad, y puede ser tomado como una ofensa grave con consecuencias muy perjudiciales para la confianza mutua y la comunicación con nuestros hijos.

Este aspecto del control por parte de los padres y madres necesita de una consideración especial. Debemos diferenciar lo que es protegerles de lo que es cotillear en sus vidas, y las actuaciones de los padres siempre deberán estar justificadas en beneficio del menor, y no en beneficio propio. Muchos padres lo desconocen, pero la ley regula este tipo de comportamientos. Por una parte, la Ley Orgánica 1/1996 de protección jurídica del menor dice, en su artículo 4, lo siguiente:

“1. Los menores tienen derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. Este derecho comprende también la inviolabilidad del domicilio familiar y de la correspondencia, así como del secreto de las comunicaciones”.

”5. Los padres o tutores y los poderes públicos respetarán estos derechos y los protegerán frente a posibles ataques de terceros”.

Por otra parte, desde el Derecho Internacional se hacen eco igualmente de este derecho, y en el artículo 16 de la Convención sobre los Derechos del Niño se establece que:

“1. Ningún niño será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia ni de ataques ilegales a su honra y a su reputación”.

“2. El niño tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o ataques”.

De este modo, parece claro que espiar a nuestros hijos no solo supone un problema ético, sino que directamente es ilegal.

Sin embargo, en la misma Ley Orgánica 1/1996 de protección jurídica del menor, en el artículo 5 encontramos que especifican lo siguiente:

“1. Los menores tienen derecho a buscar, recibir y utilizar la información adecuada a su desarrollo”.

“2. Los padres o tutores y los poderes públicos velarán porque la información que reciban los menores sea veraz, plural y respetuosa con los principios constitucionales”.

Este artículo estaría legitimando el uso de filtros de control parental por parte de los padres y madres, pero no autoriza a romper el secreto en las comunicaciones.

Solamente parece ser que hay una circunstancia en la que los padres pueden tener el derecho y la obligación de espiar el contenido de las comunicaciones de sus hijos menores de edad, y es en el caso de que, como titulares de la patria potestad, deben ejercerla según el artículo 154 del Código Civil, el cual dice:

“Los hijos no emancipados están bajo la potestad de los padres. La patria potestad se ejercerá siempre en beneficio de los hijos, de acuerdo con su personalidad, y con respeto a su integridad física y psicológica. Esta potestad comprende los siguientes deberes y facultades:

  1. º Velar por ellos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y procurarles una formación integral.
  2. º Representarlos y administrar sus bienes. Si los hijos tuvieren suficiente juicio deberán ser oídos siempre antes de adoptar decisiones que les afecten. Los padres podrán, en el ejercicio de su potestad, recabar el auxilio de la autoridad”.

Según este artículo solo en el ejercicio de la patria potestad, la cual nos obliga a velar por nuestros hijos, podríamos romper su privacidad de las comunicaciones. En todo caso, deberá ser un juez quien determine en cada caso particular si la intromisión en la intimidad del menor está amparada bajo el ejercicio de la patria potestad y se considera legítima, o si por el contrario ha supuesto una violación de su intimidad de forma ilegal.

Siguiendo casos prácticos, podría estar legitimada la violación de la intimidad de nuestros hijos si tenemos sospechas bien fundadas de que pueden estar sufriendo ciberacoso, grooming, sexting… o está involucrado en cualquier otra tesitura que puede suponer un riesgo real para su integridad personal.

Sin embargo, está completamente fuera de la ley el violar su intimidad para cotillear en su vida privada o para certificar las sospechas de los padres de que les miente acerca de con quién o por dónde sale.