Los niños de ayer y de hoy

Seguimos haciendo las mismas cosas de siempre, pero de manera diferente.

Las TIC están presentes en muchas de las actividades y tareas que realizamos a diario, y también en aquellas que afectan directamente a la vida de los más pequeños: el ocio, la educación, la comunicación y la forma de relacionarse con los demás.

Las TIC han modificado los hábitos de todos, tanto de los adultos y sus instituciones como de los menores.

Sin embargo, la esencia de las actividades que realizaban antes y las que realizan ahora es la misma, produciéndose una evolución acorde a las nuevas tecnologías desarrolladas:

  • Antes solo jugábamos en la calle en compañía; ahora además juegan con videojuegos desde casa.
  • Antes los libros que podías leer siempre eran de papel; ahora también se pueden leer directamente en una pantalla.
  • Antes nos comunicábamos quedando o hablando por un teléfono fijo; ahora utilizan el teléfono móvil o el ordenador para estar en contacto los unos con los otros y con el mundo.
  • Antes escribíamos en un cuaderno con lápiz o bolígrafo; ahora utilizan teclado e impresora.

Lo que realmente marca la diferencia es la aparición de un nuevo hábito que antes no existía: el uso de las TIC como fin en sí mismo y no como herramienta o vía para algo más. Este es el cambio al que debemos prestar mayor atención, porque afecta a la esencia de las actividades que realizamos tanto nosotros como nuestros hijos. Existe el riesgo de que el “para qué se realiza” la propia actividad pierda protagonismo frente al “cómo se realiza”.

Es algo que empieza a percibirse tanto en menores como en adultos. Cuando una persona decide ver la televisión, normalmente responde a un motivo: quiero divertirme viendo una película o una serie, o saber qué ha pasado en el mundo viendo informativos, o ver un concurso el cual sigo con interés...

Pero puede llegar el caso en que se pongan a ver la televisión independientemente del motivo que les ha llevado a ello, y se quedan mirando la pantalla al tiempo que zapean sin ningún tipo de finalidad. Ocurre de forma similar cuando nuestros hijos (o nosotros mismos) jugamos a juegos como simples pasatiempos, mientras descuidamos otras actividades analógicas que pueden ser mucho más lúdicas y educativas.

Uno de los aspectos centrales de esta guía es que todo lo que se realiza en el mundo digital tiene su correspondencia en el mundo analógico, y en el mundo en que vivimos hoy día no se puede ser competente únicamente en uno de ellos.

No podemos concebir a una persona que pueda elaborar un currículum impecable y una carta de presentación asombrosa en Prezi, pero no sea capaz de afrontar una entrevista de trabajo cara a cara, al igual que es difícil de encontrar hoy en día a una persona que no tenga problemas para convivir armoniosamente con sus vecinos pero se niegue a tener un teléfono o algún dispositivo tecnológico que le permita comunicarse con otras personas.

Las TIC imponen también un ritmo de consumo sin precedentes: estamos en la cultura de lo instantáneo. Obtenemos lo que queremos aquí y ahora porque lo tenemos todo al alcance de la mano. Mientras que a un adulto eso le supone una enorme ventaja para alcanzar sus objetivos, el niño debe acostumbrarse a valorar lo que tiene, a tener paciencia, a decidir qué quiere y qué no quiere, y a esforzarse cuanto sea necesario para conseguir sus objetivos.

Si no se les enseña desde pequeños a tolerar y aceptar la frustración concediéndoles todos los caprichos sin límites ni condiciones, muy probablemente terminen tiranizando a todas las personas que les rodean.