Adquirir competencias digitales

Es necesario adquirir competencia digital para ser ciudadanos completos en un mundo digital.

Al igual que no tenemos miedo cuando tratamos de enseñar a nuestras hijas e hijos a desenvolverse en el mundo analógico, no debemos tener miedo cuando tratemos de enseñarles a desenvolverse en el mundo digital. Con nosotros aprenderán a montar en bicicleta para que se diviertan, pero les prohibimos bajar por las escaleras con ella porque se harán daño. Del mismo modo podemos promover que se lo pasen bien con un videojuego mientras velamos porque se enriquezcan. Esa confianza que tienen los padres respecto a su propia competencia para educar a sus hijos en el mundo analógico pueden (y deben) extrapolarla al mundo digital.

El hecho de que nuestros hijos no tengan competencia digital es como si nosotros no hubiésemos aprendido a leer en nuestra infancia. Por eso, los padres que no se involucran en el acercamiento de sus hijos a las nuevas tecnologías los convierten en huérfanos digitales. Sin un referente de comportamiento no sabrán enfrentarse a los dilemas éticos que se les planteen. Serán más propensos a desarrollar hábitos poco saludables y estarán más expuestos a los posibles riesgos. Está en nuestra mano evitar que eso suceda.


En las TIC, como en el resto de las cosas, cuando no hay conocimiento hay superstición.


Como padres que intentamos proteger a nuestros hijos de los peligros del entorno, podemos adoptar dos actitudes:

  • Imponer valores.
  • Educar en valores.

Cuando imponemos valores, nuestros hijos aprenden lo que es correcto e incorrecto por mandato de los padres y madres, pero pierden la oportunidad de asimilar y hacer propios los valores que les proporcionarán los criterios para discernir lo adecuado de lo inadecuado. Este camino da a los padres una falsa sensación de seguridad, ya que están convencidos de que mientras sus hijos obedezcan ciegamente, no habrá ningún problema. Pero como bien sabemos, ninguno de nuestros hijos obedece ciegamente para siempre y, cuando tengan edad para cuestionarse su mundo tal y como lo conocen y eso conlleve que los viejos valores impuestos no tienen valor alguno, se verán perdidos sin una luz que les oriente acerca de qué es correcto y qué no.

Sin embargo, optar por la opción de educar en valores implica que ofrecemos a nuestros hijos nuestro propio sistema de valores de una forma razonada y respetuosa, permitiendo que dichos valores recalen en ellos y no los vivan como algo impuesto y externo, sino como algo inherente a ellos. Cuando les llegue la hora de cuestionarse el mundo que les rodea, si han hecho una buena interiorización de los valores que les hemos transmitido, será mucho más difícil que se desprendan de ellos.