Estilos parentales

Debemos asumir que el medio en el que nos movemos ha cambiado y por tanto lo inteligente es conocer el medio para adaptarnos a él. No es tan complicado como puede parecer en un principio. Tan solo tenemos que ser conscientes de cómo es nuestro estilo parental en la vida analógica y aplicar los mismos principios al entorno digital.

Los estilos parentales se pueden clasificar en función de la interacción de dos variables:

  • El control.
  • El afecto.

De la combinación de ambas obtenemos:

  • Estilo autoritario: padres que ejercen mucho control pero muestran poco afecto. La comunicación suele ser unidireccional y las normas son rígidas y no consensuadas. Utilizan el castigo más que el reforzamiento para cambiar las conductas de sus hijos. Tratan de protegerles y enseñarles la forma “correcta” de hacer las cosas, pero pueden llegar a provocar en sus hijos una pérdida de la confianza en ellos mismos, llevándoles a tomar decisiones evitando el castigo sin desarrollar otros criterios. De este modo repetirán las conductas que queríamos eliminar en cuanto sientan que el castigo es poco probable que ocurra. El ejemplo lo tenemos en el niño al que se le reprende por jugar a un juego en el móvil sin dar un sentido a dicha riña. En cuanto se encuentre lejos de los padres y tenga ocasión, volverá a jugar porque a su juicio el juego no tiene nada de malo, pero que me vean mis padres con él sí.
  • Estilo negligente: padres que ejercen poco control y muestran poco afecto. Han “dimitido” de su función educativa y no se implican en sus asuntos. Aunque este tipo de familia pueda mostrarse alegre y vital, los hijos suelen desarrollar una escasa competencia social y personal así como una baja tolerancia a la frustración acompañada de agresividad. El ejemplo lo tenemos en aquellos niños que se rigen por la ley del más fuerte sin que ningún adulto les enseñe a compartir, establecer turnos, a ser generosos y respetuosos...
  • Estilo democrático: padres que ejercen mucho control y muestran mucho afecto. La comunicación es bidireccional y las decisiones que se toman están fundamentadas y tienen un sentido. Son padres y madres que saben cuándo ser firmes en sus decisiones, pero que incluso en sus riñas son capaces de transmitir afecto. Facilitan el desarrollo de la capacidad de autocontrol y la motivación en los hijos al tiempo que aumenta su autoestima y responsabilidad. El ejemplo lo tenemos en aquellos niños generosos y altruistas que desarrollan una buena capacidad de empatía, aceptando la frustración cuando es necesario.
  • Estilo permisivo: padres y madres que ejercen poco control y muestran mucho afecto. Están muy pendientes de las necesidades de los niños, pero las normas son flexibles y permisivas sin que haya una autoridad clara. Los impulsos de los niños y las niñas se toleran y sus deseos se satisfacen rápidamente. Muchas veces los padres se mueven de esta forma por compensación (darles a mis hijos lo que yo no tuve) o por una sensación equivocada de que querer a los hijos equivale a darles caprichos y no reñirles. Al final, los hijos que se crían en estos entornos suelen tener escasas habilidades sociales y un pobre control de sí mismos, sin respeto a las normas ni a las personas de su entorno. El ejemplo lo tenemos en el niño al que le dan siempre lo que quiere sin esfuerzo por su parte, ya sea al pedirlo o tras ganar la batalla en una rabieta.

Hay veces que los padres nos identificamos claramente con alguno de estos estilos e incluso con varios de ellos, ya que en algunas ocasiones podemos ser más autoritarios, mientras que en otras reconocemos que podemos llegar a ser realmente permisivos. La clave está en que nos mostremos ante nuestros hijos con la mayor coherencia posible (nada de Donde dije digo, digo Diego) y que tengamos claro que nuestra labor educativa está al servicio de ellos, y no de nuestras propias necesidades, debilidades o miedos.