Las TIC son nuevas tecnologías. Ni más ni menos

En efecto, las TIC no dejan de ser eso: tecnologías, dispositivos que andan por nuestra vida y la hacen más fácil, como la televisión, la plancha o el teléfono. Incluso electrodomésticos de toda la vida como la lavadora, el frigorífico o el aire acondicionado empiezan a poder conectarse a la red para ser controlados desde un teléfono móvil desde cualquier parte del mundo en lo que ahora se denomina domótica.

Hablando del frigorífico, imagina que lo llenas de toneladas de helado de chocolate, dulces y postres en general. A continuación piensa que además tienes el hábito de levantarte cada dos por tres a picotear algo (ahora un pastelito, luego una tostada con una buena porción de mantequilla, más tarde unos churros con chocolate, etc.): no estarías llevando precisamente una dieta sana y equilibrada que contemple buenos hábitos y costumbres a la hora de comer.

Y sin embargo a nadie se le ocurre decir cosas del tipo “no, nosotros no tenemos nevera en casa porque engorda”. Pues bien, con las TIC pasa lo mismo: no tienen la culpa de lo que se haga con ellas y, al igual que el frigorífico, son muy útiles.

Los contenidos a los que tus hijos accedan por medio de las TIC dependerán de lo responsables que sean al usarlas, exactamente igual que con cualquier electrodoméstico de la casa o que cualquier otra tecnología, como la bicicleta.

Si nuestro hijo se levanta cada noche a las dos de la madrugada para zamparse medio litro de helado de tarta de queso con remolinos de caramelo, lo lógico es preocuparnos por su alimentación y negociar con él cuándo podrá comer helado y en qué cantidad (una bola en el postre del almuerzo, después de haber comido en condiciones, por ejemplo).

De la misma manera, si empieza a despertarse a las 2 de la madrugada pero en lugar de ponerse a comer le da por jugar a la consola, tendremos que pactar de nuevo por un uso responsable de los electrodomésticos de la casa, sean del tipo que sean: “no abras el frigorífico a todas horas para comer cualquier cosa” así como “no pongas la consola a todas horas para jugar a cualquier cosa”.

Se ha ido indicando en repetidas ocasiones que aquello que se hace en el mundo digital tiene su homólogo en el mundo analógico.

En ambos contextos juegan, se relacionan con otras personas, se aprenden habilidades y destrezas, se evitan situaciones de riesgo, se tropiezan y se frustran… Sin embargo hay algo que sí establece una diferencia y es que, en el mundo digital, cuando se juega al fútbol a través de una consola no se suda ni se ejercita la musculatura, al igual que cuando charlan con los amigos a través del teléfono no caminan ni se mueven.

El estilo de vida sedentario está afectando cada vez más a nuestros jóvenes hasta el extremo de que la obesidad infantil se está convirtiendo hoy día en un serio problema de salud pública según la OMS.

Esto nos debe hacer reflexionar aún más sobre la necesidad de que ambos mundos, tanto el digital como el analógico, convivan y sean explorados por nuestros hijos, de forma que las habilidades y destrezas que desarrolle en uno las exprese igualmente en el otro. De este modo nunca se sentirán incompetentes en ninguno de los posibles entornos en los que deberán desenvolverse.